La incomodidad y la zona de confort.
Todos tenemos una zona de confort, que es un sitio donde tú
(y tu mente) estás cómodo. Comes la comida que te gusta, te amparas en la
rutina de todos los días… Tú (y yo, y todo el mundo) te has creado tu propia
zona.
Estar en la zona de confort parece muy cómodo al principio
pero a la larga es una fuente de infelicidad. Nos estancamos ahí y no crecemos,
no perseguimos nuestros sueños ni nuestras metas. También es cierto que nuestra
educación nos condiciona, pues anda que nos han repetido ese refrán de “más
vale malo conocido que bueno por conocer”.
El problema es cuando te quedas en tu zona de confort,
quieres hacer cosas nuevas pero la idea de salir de ahí te asusta. Quieres
cambiar de trabajo, pero no miras ofertas nuevas. Te gustaría comer sano, pero
no te habitúas al sabor de nuevos alimentos, quieres ir hacer deporte pero no
te acostumbras al cansancio de ejercitar a tu cuerpo más de lo normal.
Voilà, ahí tenemos una conocida: la Incomodidad. Cuando
queremos expandir nuestra zona de confort, pero la Sra. Incomodidad, aliada
número uno de nuestro Ego nos escamotea nuestros logros.
Salir de la zona de confort no significa dejar todo de
repente y dar un salto al vacío sin red. Es ir cambiando poco a poco de
hábitos, expandir la zona de confort. Pero después de un tiempo volvemos al
punto de partida. Hay pequeños trucos para expandirla. Os contaré cómo lo hice
yo.
Poco a poco
Roma no se fundó en una hora y todo lleva su proceso.
Queremos ir tan rápido que perdemos el
fuelle enseguida. Para evitar eso, hay que aprender a dosifica fuerzas.
Soy una lectora empedernida, más bien compulsiva. Y también
me gustan mucho las series americanas y canadienses (Continuum y Rookie Blue
tienen la culpa). La literatura anglosajona me encanta.
Llevaba fatal esperar
a las traducciones, así que empecé a leer en inglés. Con mucha determinación
cogí mi oxidado inglés y me puse manos a la obra. Al principio era incómodo,
mucho, pues usar el diccionario cada tres líneas y tardar un siglo en leerte un librito. Las
tentaciones de abandonar eran enormes. Todos los días leía un un rato y de
forma paulatina, el uso del diccionario fue disminuyendo.
Con las series me ponía veinte minutos con subtítulos en
inglés hasta que fui haciendo oído. Cuando pude engancharme a series antes que las
doblasen sentí que mi esfuerzo valió para algo.
Probando cosas nuevas
Odio las verduras, a muerte. Siempre decía que el verde es
para el burro. El olor a vinagre me da un asco tremendo, por lo que comer
ensaladas estaba totalmente descartado. Hace años me hubieran dicho que comería
una ensalada voluntariamente, me habría reído a carcajada limpia.
¿Truco? Ir poco a poco probando cosas nuevas. Ahora me como
mis ensaladas pero aún no he sido capaz de acostumbrarme al sabor del vinagre.
Pero me las aliño con limón, salsa rosa, mayonesa… Cada día una diferente para
no cansarme.
De una
Es la que menos recomendaría aunque Homo Mínimus dice que
le sirvió para dejar el azúcar y los edulcorantes en infusiones. Yo lo probé y
también lo conseguí. Me tomo el té sin edulcorante y estoy aprendiendo a
apreciarlo.
Ampliar mi zona de confort me ayudó a sentirme mejor y a aumentar mi autoestima. ¿Te unes al reto?
Me encanta esta entrada.
ResponderEliminarNo me gusta la gente que se anda quejando de cosas que son (relativamente) fáciles de cambiar pero no hace nada por conseguirlo.
Yo he dejado de fumar, tomo el café y el té sin azúcar (los edulcorantes nunca me han gustado) porque aprecio el verdadero sabor de estas infusiones, he conseguido la talla que siempre he querido y que nunca había tenido porque no escuchaba más que "es que tú eres ancha de caderas...", he cogido el hábito de hacer deporte de manera regular...
Me siento orgullosa por no escuchar a los derrotistas que no quieren que intentes nada porque están frustrados porque ellos no quieren intentar cambiar nada en su vida por cómodos.
Totalmente de acuerdo con tu comentario.
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