jueves, 31 de julio de 2014

Poco a poco o de golpe. Varias formas de deshacerse de objetos inútiles




Uno (o varios) al día

La australiana Colleen fue la que propuso el reto. Al comprobar que su casa estaba atestada, esta señora se deshizo de un objeto al día (vendiéndolo, tirándolo, donándolo…).  Esta señora lleva tres años haciéndolo y en su web  hay varias fotos ilustrativas del antes y el después.

Cada día se selecciona un objeto nominado para salir de casa. Puede ser desde una camiseta de propaganda hasta un adorno voluminoso. Si queremos ver resultados, es mejor un objeto grande para poder apreciar el hueco que deja o algo que nos hace sentir mal cuando lo miramos. Esa señora hacía fotos de los objetos que desechaba, pero yo encuentro más práctico no hacerlo

Parece que no, pero aplicando esta técnica, en un mes ha salido de mi vida:
·        Dos bolígrafos gastados
·        Tres esmaltes de uñas resecos
·        Cinco libros
·        Cuatro camisetas
·        Dos pares de zapatos que no me ponía por diversas razones (me hacían daño, no se podían combinar…)
·        Una sombra de ojos de hace…buf, ni me acuerdo.
·        Dos pares de gafas con graduaciones que ya  no uso
·        Una carpeta con apuntes ya desfasados
·        Dos bolsas de tela maltrechas de tanto uso
·        Un mp3 que ya no funcionaba
·        Cuatro jerséis muy gastados
·        Tres pares de calcetines


Vayamos por partes, como dijo Jack el Destripador

El primer paso ha de ser dividir la casa por partes de tal forma que no se deje un rincón sin revisar. Muy aconsejable para revisiones de armario ropero o limpiezas de otoño y primavera.

Uno mira cada cajón, cada armario y decide qué objetos se van y cuales se quedan. La principal ventaja es que es un método más rápido. Sin embargo, no es recomendable para personas que se acerquen al minimalismo tímidamente o quienes no tengan mucho tiempo.

Se puede ir más lejos haciendo un simulacro de mudanza. ¿Qué te llevarías a un nuevo hogar?

jueves, 24 de julio de 2014

Entra uno, sale otro



¿Te imaginas un partido de baloncesto donde los entrenadores puedan colocar en el campo a todos los jugadores de sus plantillas sin respetar los cinco jugadores permitidos? ¿O que en un partido de fútbol se pongan todos a jugar pasando el once inicial? ¿O que en un garito sigue entrando gente a pesar de estar el aforo completo? Pues que resultado es que se estorbarían unos a otros y, estarían apiñados y en algunos casos, podría ser peligroso. Así veces es como tenemos nuestras cosas en casa, compramos o nos regalan objetos, sin deshacernos de los que no usamos. Nos encontramos con estanterías atestadas, armarios con todo apretado y limpiar el polvo es una odisea. En vez de relajarnos, nos saturamos.



La regla uno entra uno sale se utiliza para equilibrar una situación. Se puede emplear en muchas situaciones. En los deportes de equipo, hasta que no sale un  jugador del campo, no puede entrar otro (también depende el reglamento). En los sitios en los que se ha llenado el aforo, no puede entrar nadie si no sale otra persona primero (discotecas, bares, establecimientos militares...).



En casa también podemos utilizarla para llevar cierto control en nuestro armario o posesiones. Si te compras una camiseta, debes tirar, regalar o donar otra que hubiera en el armario. Si te compras un juego de sábanas, otro debe salir. Te llega un libro nuevo, genial, pero se debe hacer hueco quitando otro de la estantería. De esta manera se evita la acumulación y por lo tanto, la saturación.



¿Cómo consigues llevar un control de tus pertenencias?

sábado, 19 de julio de 2014

Microtareas



Un gurú de la productividad, David Allen, en su libro Get Things Dones habló de las microtareas. Si una tarea te ocupa menos de dos minutos, hazla inmediatamente, si toma más de dos minutos, apúntala en la lista.

A priori, la idea está genial, pero hay dos dificultades. La primera parece que tenemos que pedir permiso a una mano para mover la otra, y tardamos más en pensarlo que en hacerlo. Somos expertos dejadores y procastinadores con la frase: “luego lo haré”. Se deja para más adelante y se acumula con otras tareas. Cuando nos queremos dar cuenta, tenemos una lista de tareas pendientes tan grande como El Quijote.

La segunda es a la hora de evaluar si esa tarea realmente ocupará dos minutos. Es algo que requiere práctica y mucha observación. 

Aproveché para poner en práctica esta regla para tareas muy concretas y simples. Los resultados no se hicieron esperar. Ocupa tiempo pero la sensación de ir dejando cosas hechas es genial. Puedo dar varios ejemplos

En casa

Guarda esa taza sucia en el lavaplatos o friégala antes de que se te llene la pila de cacharros. No dejes sobre la cama esa prenda descartada, cuélgala o dóblala antes de tener la cama llena de ropa. 

En el trabajo

Guarda ese papel que has utilizado en su lugar correspondiente. Deja la grapadora en su cajón. Da ese recado a esa persona  o haz esa llamada rápida que llevas pensando hacer desde las 9 de la mañana.
¿Soléis hacer esas tareas o las dejáis para más tarde?

miércoles, 16 de julio de 2014

Zona de confort e incomodidad



La incomodidad y la zona de confort.



Todos tenemos una zona de confort, que es un sitio donde tú (y tu mente) estás cómodo. Comes la comida que te gusta, te amparas en la rutina de todos los días… Tú (y yo, y todo el mundo) te has creado tu propia zona. 


Estar en la zona de confort parece muy cómodo al principio pero a la larga es una fuente de infelicidad. Nos estancamos ahí y no crecemos, no perseguimos nuestros sueños ni nuestras metas. También es cierto que nuestra educación nos condiciona, pues anda que nos han repetido ese refrán de “más vale malo conocido que bueno por conocer”.


El problema es cuando te quedas en tu zona de confort, quieres hacer cosas nuevas pero la idea de salir de ahí te asusta. Quieres cambiar de trabajo, pero no miras ofertas nuevas. Te gustaría comer sano, pero no te habitúas al sabor de nuevos alimentos, quieres ir hacer deporte pero no te acostumbras al cansancio de ejercitar a tu cuerpo más de lo normal.

Voilà, ahí tenemos una conocida: la Incomodidad. Cuando queremos expandir nuestra zona de confort, pero la Sra. Incomodidad, aliada número uno de nuestro Ego nos escamotea nuestros logros. 


Salir de la zona de confort no significa dejar todo de repente y dar un salto al vacío sin red. Es ir cambiando poco a poco de hábitos, expandir la zona de confort. Pero después de un tiempo volvemos al punto de partida. Hay pequeños trucos para expandirla. Os contaré cómo lo hice yo.


Poco a poco


Roma no se fundó en una hora y todo lleva su proceso. Queremos ir tan rápido que perdemos  el fuelle enseguida. Para evitar eso, hay que aprender a dosifica fuerzas.

Soy una lectora empedernida, más bien compulsiva. Y también me gustan mucho las series americanas y canadienses (Continuum y Rookie Blue tienen la culpa). La literatura anglosajona me encanta.


 Llevaba fatal esperar a las traducciones, así que empecé a leer en inglés. Con mucha determinación cogí mi oxidado inglés y me puse manos a la obra. Al principio era incómodo, mucho, pues usar el diccionario cada tres líneas  y tardar un siglo en leerte un librito. Las tentaciones de abandonar eran enormes. Todos los días leía un un rato y de forma paulatina, el uso del diccionario fue disminuyendo. 


Con las series me ponía veinte minutos con subtítulos en inglés hasta que fui haciendo oído.  Cuando pude engancharme a series antes que las doblasen sentí que mi esfuerzo valió para algo.


Probando cosas nuevas


Odio las verduras, a muerte. Siempre decía que el verde es para el burro. El olor a vinagre me da un asco tremendo, por lo que comer ensaladas estaba totalmente descartado. Hace años me hubieran dicho que comería una ensalada voluntariamente, me habría reído a carcajada limpia.


¿Truco? Ir poco a poco probando cosas nuevas. Ahora me como mis ensaladas pero aún no he sido capaz de acostumbrarme al sabor del vinagre. Pero me las aliño con limón, salsa rosa, mayonesa… Cada día una diferente para no cansarme.


De una


Es la que menos recomendaría aunque Homo Mínimus dice que le sirvió para dejar el azúcar y los edulcorantes en infusiones. Yo lo probé y también lo conseguí. Me tomo el té sin edulcorante y estoy aprendiendo a apreciarlo.

Ampliar mi zona de confort me ayudó a sentirme mejor y a aumentar mi autoestima. ¿Te unes al reto?

viernes, 11 de julio de 2014

Frases que odio escuchar



Todos tenemos alguna frases que odiamos, yo he hecho recopilación de las que no me gustan nada. Cada vez que me dicen alguna de estas siento que la sangre me  hierve, o todo lo contrario, se me congela.

Tú sabrás lo que haces: esa frase suena a amenaza en toda regla o a asumes las consecuencias.
Te lo dije: no basta con haber metido la patita para que encima me vengan con recochineo. Eso sí, reconozco que más de una vez se me ha escapado de los labios cuando he visto alguna metedura de pata colosal a pesar de mis avisos. 

Es por tu bien: esa frase suele venir antes de un mal trago. Puede ser un castigo para corregirte una conducta o una disculpa por ponerte una inyección si estás malo. En ese caso el beneficio viene a largo plazo. También es algo que dice la parte abusadora a la abusada en cualquier relación abusiva cuando le va a dar dos tortas, ahí me da repelús. 

Algún día me lo agradecerás: aplíquese lo expuesto en la frase anterior.

Con todo lo que he hecho por ti, así me lo pagas: es manipulación en toda regla. Muchas veces se lo he escuchado decir de padres a hijos o incluso entre parejas. Se usa para forzar a una persona a hacer algo que no quiere haciéndole sentir en deuda. Una cosa está clara, hay que dar de corazón lo que se quiera dar pero sin exigir nada a cambio. Es mejor dar un poco con el corazón que dar mucho a desgana.

Es lo que hay: puede decirse como resignación ante la realidad (no aceptación) o también como negativa a la hora de responder a una petición. 

Te lo dije: reconozco que muchas veces tengo esa frase en mi boca cuando alguien mete la pata a pesar de que le avisé. Aunque yo tengo mal perder y me sienta fatal oírla. Bastante fastidia haber metido la pata hasta el fondo como para que te vengan con recochineo. Nadie aprende en cabeza ajena.

 Pues no será para tanto, mira que eres delicad@: esa frase por motivos personales es dura para mí, especialmente con la salud. He aprendido que cada cual lleva el dolor físico de una manera y no soy quien para juzgar a nadie. Por no ser "blanda" ni "delicada" y aguantar el dolor, llevo dos cicatrices y meses de sufrimiento físico a mis espaldas.