viernes, 4 de julio de 2014

Un día de compras. Aplicando principios minimalistas.



Mi primo se casa. Le deseo que el día de su boda sea el primero de muchos días felices y que todo salga bien. A pesar del dineral que supone el regalo de boda, que ahorré poco a poco en mi hucha, aprovecharé para reunirme con mi familia.


El problema de las bodas es que te encuentras con que te faltan muchas cosas y te toca adquirirlas o pedirlas prestadas. Ropa, calzado, peluquería, regalo y desplazamientos pueden salir por un pico.


Como ya tenía vestido largo de otras bodas y no me lo habían visto, me decido a aprovechar uno de los dos que tengo. Tengo uno rosa de encaje con muchos brillos y uno totalmente liso de color azul con toques negros. Me decido por este último porque es más combinable, y tengo un bolso negro. Sólo necesito los zapatos.


Mi madre, mi hermana y yo vamos a un centro comercial un sábado por la mañana. Nuestra idea era buscar mis zapatos, ropa para ella y aprovechar para comer las tres juntas y disfrutar de nuestra mutua compañía.


Para mí, además de esto, fue una experiencia enriquecedora al comprobar cuánto había metido el minimalismo en mi vida aunque compré una cosa no prevista.

Experiencia número uno: los zapatos de la boda.


Mi idea era comprar unos zapatos negros, pues ya tengo el bolso negro y que fueran reutilizables. Como estoy operada de la zona lumbar (una artrodesis), no puedo hacer mucho el tonto con los zapatos. Previamente había seleccionado qué zapatos iban a salir de mi casa y por lo tanto, de mi vida.


A pesar de que mi madre se dedicó a darme la lata para que comprase unos de fiesta, descarté la idea de inmediato. ”Por si tienes más bodas”, argumentaba. Los amigos de mi novio ya están todos “colocados” y mis amigas pasan de ese tema. También hemos reducido la asistencia a BBCs al mínimo. Ese por si acaso quedaba totalmente descartado.  Un zapato de fiesta es algo que uno se pone dos o tres veces en la vida, por lo que el gasto no se “amortiza” y ocupan sitio en el armario. Al final compré unas sandalias negras de charol con tacón ancho, cómodo y fácilmente combinable.


Mi madre (no en ese día pero sí en otros) compró unos zapatos de fiesta de color plata. He de decir que eran cómodos y muy bonitos, fabricado en España y que costó su dinero. Para bailar, compró unas sandalias de cuña color plata (que se llevan este año). Y como no tiene bolso de ese color, tuvo que adquirir uno.


Resultado: mi madre un bolso y dos pares de zapatos, yo un par de sandalias


Experiencia número dos: camisetas y vestidos.



Tras haber comprado los sandalias, entré con mi hermana y mi madre en una cadena de tienda de ropa. Buscaba algo que fuera cómodo y fresquito. Tras mirar mucho, las tres fuimos con una brazada de ropa al probador. Mi hermana compró tres prendas sin probarlas, dice que en el probador se ve rara. Mi madre y yo nos probamos las nuestras. 


Mi primer impulso era comprarlas, pero en el probador ya más calmada empecé a pensar. Las tres camisetas que escogí tenían la tela de muy mala calidad, incluso una tenía pelotitas sin haber salido de la tienda. En caso de lavarla y poner el bolso encima, tendría más bolitas que un árbol de Navidad. El vestido me hacía una bolsa muy fea y se me veía la cicatriz de la espalda. Tendría que salir varias prendas del armario (entra uno, sale otro) y descarto utilizarlas el año siguiente.


Conclusión, salgo de la tienda con las manos vacías. En otra tienda encuentro un vestido y lo compro. Son 40 euros pero me queda genial, es precioso y buena calidad. Saldrá de mi armario un vestido que me queda fatal.


En vez de la cantidad, me centré en la calidad y ahora toca disfrutar del vestido.

2 comentarios:

  1. ¡Enhorabuena por el día de compras tan bien aprovechado!

    Yo siempre he sido una compradora compulsiva, pero desde hace un tiempo, antes de comprar nada me pienso dos veces si realmente me gusta tanto y si me sienta bien, porque tengo un montón de ropa con etiquetas incluso o que me he puesto una vez y no me ha convencido.

    Me encanta lo que has hecho, a partir de ahora intentaré hacerlo yo también.

    Besos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por comentar y me alegra que te haya inspirado.
      Yo he sido una compradora compulsiva y poco a poco me voy quitando de ese vicio. También tengo ropa con etiquetas sin usar y cuando las miro me siento mal.
      Las compras con cabeza se disfrutan más.

      Eliminar